Gisselle.

Persigue siempre tus sueños y hazlos realidad. No dejes nunca que nadie te diga que no. 

Y sobre todas las cosas enfócate en ser siempre muy feliz. 

Pelea siempre por lo que quieres, pero sin pasar jamás por encima de nadie. 

Ayuda a todos los que puedas. 

Da todo lo que puedas y no esperes nunca nada a cambio. 

Dar es maravilloso, aunque a veces solo tú sepas que lo has hecho. 

Recuerda siempre que el verdadero éxito está en la cantidad de gente que te quiera, te admire y te respete y no en los logros pasajeros ni en la riqueza material. 

No te sientas nunca más, pero tampoco menos que nadie. 

Esfuérzate para ser la mejor, pero nunca te lo creas ni te sientas el mejor en lo que haces, porque ése será justo el momento en el que dejarás de serlo. 

Trázate metas y objetivos claros y, por más difíciles que parezcan, alcánzalos, porque en esta vida puedes alcanzar cualquier cosa que te propongas. 

Sé siempre un buen amigo, una buena pareja, un buen líder, un buen ejemplo y, sobre todo, cuando te toque (si es que así lo decides); una excelente madre. 

Identifica bien a tus amigos, atesóralos, quiérelos y cuídalos. E identifica también a los que dicen serlo pero no lo son. Ten cuidado con los hipócritas que se acerquen a ti por conveniencia. Si tu estómago te dice que algo está mal, hazle caso, porque seguramente lo está.

Aléjate de los mentirosos y de los ególatras en exceso. Son muy peligrosos. 

Trasciende, deja las cosas siempre mejor de lo que las encontraste. En tu trabajo, en tus relaciones, en las vidas de la gente que te toque conocer. 

Nunca abandones un proyecto sin haber conseguido algo importante. Si algo no te gusta, cámbialo. Pelea porque cambie. Asegúrate de que cambie, aunque el crédito no te sea reconocido. 

Tener éxito provoca envidias y crecer supone tomar decisiones que muchas veces no son bienvenidas, entendidas o aceptadas. Que no te importe demasiado lo que diga la gente de ti, ni lo bueno, ni lo malo, pero que te importe siempre, mucho, poder irte a dormir tranquilo por las noches, en paz contigo mismo y con los que quieres. Lo demás, no importa. 

Recuerda que entre las cosas más valiosas que tendrás jamás, están tu nombre y tu manera de pensar. Nunca los traiciones, aunque te cueste dinero, proyectos o, incluso, amigos. Sé siempre fiel a lo que piensas y mantente firme en tus decisiones. 

Escucha, siempre, a cualquiera que quiera darte una opinión. Respeta las de todos y ten las tuyas claras y entiende que no siempre vas a tener la razón. 

Cuando te vaya mal, recuerda que nada es para siempre. Que ni siempre te va a ir mal, ni siempre las cosas van a salir como tú esperas. En los días malos acuérdate de los buenos y en los buenos, de los malos. Eso te da equilibrio. 

Cuando tengas una idea que te retumbe en la cabeza y no te deje dormir, persíguela y llévala a cabo. Si fracasas, aprende y sigue. Date siempre el chance de cometer errores, pero nunca sin aprender de ellos. Crece con cada experiencia y saca siempre lo bueno de todo lo que te pase, porque todo, absolutamente todo, tiene un lado bueno. Los pesimistas no lo encuentran nunca, pero los inteligentes sí. 

Recuerda también que no siempre se gana, pero no te acostumbres jamás a perder. Gana, intenta ganar siempre. 

Y sobre todo, sé feliz.

A eso se viene a esta vida: a ser lo más feliz que se pueda, como a cada uno le parezca. No malgastes tu tiempo peleando, enojándote o provocándote malos momentos. No tiene sentido. Sé siempre feliz y asegúrate de mejorar la vida de mucha gente, como has mejorado tanto la mía desde ese seis de diciembre de 2018.

Pelea siempre por vivir, feliz. 

Cuentas conmigo, mi amor.