Pienso mucho en mi yo de niño.
En mi infancia, y no hay un solo día no quisiera regresar y hacer -con la experiencia de hoy- las cosas diferentes.
Pienso en un papá que nunca fue papá, y que prefirió irse con otras mujeres antes de ayudar y atender a mamá y jugar con su hijo. Siendo yo papá y conociendo el amor hacia un hijo, nunca podré entenderlo. Y lamento la falta de esa figura paterna que seguro, se hubiera vuelto importante unos años después.
Pienso en un niño que se enteró que su nombre es Margarito, justo en la escuela, no solo viendo la cara de sorpresa de todos por un nombre tan poco común, si no por su PROPIA cara de asombro, porque a el nadie le aviso ese momento podría pasar, enterarte tienes un nombre digno de burla, por alguien más, y que te tome desprevenido, fue tal vez el único momento de mi primera infancia recuerdo: las risas y la burla al pase de lista. Claro, esas risas persistieron y evolucionaron en todos los grados escolares, trabajos, amistades, y hasta alguna que otra pareja. En algo que no elegí tener, el mundo me señaló y me juzgo por un nombre propio.
Pienso en el niño no se atrevía a pedir un juguete, porque temprano, muy temprano se enteró y fue consciente de que el dinero no sobraba en casa. Ahogaba los deseos naturales de un niño solo quería el juguete de moda, pero que lamentablemente nunca lo expresó, por pena y miedo.
Pienso en un niño que amenazaban siempre con llevarlo a escuela o campamento militar, solo porque no obedeció alguna instrucción en casa. Al que le dejaron el ojo morado porque en la oficina donde mamá trabajaba, se le cayó el chocolate en la oficina del “gran jefe” y ella no controló su enojo. Pienso en esa oficina que sustituía a una guardería, y donde me tenía que comportar como un adulto educado, teniendo menos de diez años. Guardando silencio, ojeando revistas, no tocando nada, manteniendo postura firme y educada, haciendo a un lado todos mis deseos de correr, gritar y de jugar.
Pienso en una familia racista, y lo entiendo, un racismo que venía de un dolor propio, y donde era más fácil juzgar y criticar a la gente avanzaba, que reconocerla y copiarles, aprendí a tenerle rencor o simplemente disminuir el mérito los demás tenían en sus logros, era enojo familiar mal canalizado.
Pienso en el niño que la primera vez reprobó, su madre se decepciono tanto que pensó era un error del profesor y se paró en el salón a reclamar, cuando reprobar es algo natural y puede ser tratado de mil maneras, a mi me hizo sentir avergonzado, y me genero la ansiedad por no equivocarme jamás.
Pienso en el niño que un día no vio el reloj, y que teniendo 12 años y jugando a Pokemon, se regreso a casa y le espero la golpiza de su vida por haber ignorado la hora de ya “meterse”
Pienso en el niño que lo dejaban comer como un adulto, y que nunca le enseñaron a medirse con la comida, y donde el ejercicio y el bienestar era simplemente algo inexistente en los valores de la casa, una casa donde nos acostumbramos literalmente a comernos nuestros sentimientos.
Pienso en ese adolescente al que le hacían en Bullying más terrible, donde me tiraban el lonche, donde se burlaban si sacaba reconocimientos, estar entre la espada y la pared de saber que si por un lado triunfaba en las materias: me iba mal con los mismos compañeros, pero era eso, o que me fuera mal… en casa. No tenia para donde hacerme.
¿El rincón favorito?, la biblioteca, donde tenia cierta inmunidad porque ahí los Bullies no entraban, digo, eran tontos pero no tanto como para dejar su receso en una biblioteca. Ahí comía a salvo, mientras leía y leía en silencio, conmigo mismo.
Pienso en esa escuela que permitió me tiraran el lonche, lo escupieran, o se lo robarán, esos maestros acompañaban la risa junto con mis compañeros, pienso en ese maestro de educación física me hacía quitarme la camisa para dar el ejemplo de “como era NO estar saludable y en forma”. Pienso en que me hubiera gustado alguna vez disfrutar la escuela sin tener la presión de todo el mundo.
Pienso en el niño que cuando la escuela le reconocía su mérito académico en las tradicionales asambleas, y mi nombre completo se mencionaba, mientras a todos los llenaban de aplausos y era algo de orgullo, para mi era una ansiedad terrible, y solo recibía burlas.
Pienso en ese adolescente le empezó a llamar la atención alguna chica, y por supuesto no tenía los elementos y la confianza para acercarse a ellas, menos, un papá que me aconsejará no solo en esos temas, si no uno con el cual revisar el carro, manejar, hacer ejercicio, jugar algún deporte.
Pienso en lo feliz me hacía jugar futbol, aunque en casa dijeran era un deporte de “nacos”.
Pienso en una mamá cansada y triste, deprimida y enojada con la vida, a la cual no supe cómo ayudar porque tal vez, ni me correspondía. Una madre que me culpo por no volver a tener pareja.
Pienso en un tio que se acercó pensando en ser una figura paterna, y simplemente terminó decepcionándome y lastimándome.
Pienso en las veces en las que 50 pesos, es todo lo que había para el día, y recuerdo bien cuando el auto nos dejaba por no tener gasolina, siempre me la pasaba viendo el indicador de gasolina en todos los viajes, jamás veía el paisaje.
Pienso en que siempre quise pertenecer a un equipo de futbol como lo hacían mis compañeros, y nunca pude hacerlo.
Pienso en que mis tenis y mi ropa duraba poco, y jamás eran de marca reconocida, y que ningún adulto vino y me dijo a tiempo que eso realmente no era importante.
Pienso mucho en las vacaciones jamas tuvimos en casa, la simple salida al cine que por más quiero recordar, creo no existe.
Pienso mucho la primera vez que en primaría me atreví a decir, “no entiendo” y todo mundo se burló de mi, jamás volví a preguntar alguna duda.
Pienso mucho en la enseñanza de una fe, que simplemente servía para pedir, y muy poco para dar.
Pienso mucho en mi tía Norma, quien siempre me trato con amor y no quería irme de su casa Jamás, pienso mucho en mi primo Ivan, al que no le importaba mi vida tan distinta, compartía con emoción sus juguetes caros conmigo, lo más cercano a un hermano.
Pienso mucho en el señor de la biblioteca, me defendía y me cuidaba de los demás.
Pienso mucho en ti, un niño y Jovencito asustado, lleno de ansiedad, miedo y pena todo el tiempo. Te reconozco, te entiendo y me dueles. Aunque nadie te haya reconocido, entendido y abrazado tu dolor.
Yo, yo te quiero.
Siempre buscando como abrazarte.
Archivo del Autor: gonzaleznajeraemmanuel@outlook.com
La carta de regina.
Del año 2015…
Hola Emmanuel,
¿Cómo te va?
Necesito una opinión muy objetiva y creo que eres la persona indicada para ello.
Siempre fui una alumna destacada pero nunca supe exactamente lo que quería estudiar. Lo que sí sabía es que soñaba con hablar inglés. Consideré estudiar leyes, idiomas o algo administrativo. Escogí lo fácil, porque aunque no sea tan bien pagado, trabajo de contador o auxiliar administrativo siempre hay. También comencé a estudiar inglés y me gustó.
Ya estando en la universidad, surgió mi deseo por trabajar en una empresa trasnacional y tener la oportunidad de viajar por negocios. Confío en mi capacidad para poder lograr esos objetivos. El trabajo en el que actualmente estoy es “estable” pero no es lo que amo. Definitivamente no lo es.
No he buscado la oportunidad en otro trabajo, tal vez por miedo, inseguridad y porque sé que necesito más herramientas. En mi trabajo contratan jóvenes que hablen inglés, que hayan estudiado mínimo en el Cetys, algunos con maestría y bueno, ha habido uno que otro del Tec de Monterrey. Ni los ponen a prueba. En automático los capacitan para funciones de mayor jerarquía, como ejecutivos comerciales donde visitan clientes y viajan, algo que a mí me gustaría.
Pensando mucho las cosas, leyendo sobre las empresas, veo que cada vez necesitas más herramientas, como una maestría e inglés. Busqué becas para el extranjero, pero nunca encontré una que realmente cubriera mis necesidades. Siempre es estudiar sin posibilidad de trabajar para poder pagar tus necesidades básicas. Encontré una manera más fácil para mis posibilidades económicas. Irme de au pair a Estados Unidos. Ese es mi plan desde hace un poco más de 1 año.
Mis papás están decepcionados. Ellos obviamente influyen completamente en mis decisiones, pero quiero crecer y encontré esta oportunidad. Obviamente sé que no es lo mejor ya que tengo veinticuatro años, dos carreras y muchas ganas de triunfar profesionalmente. Pero quiero vivir el inglés a diario, quiero conocer otra cultura y tengo la oportunidad de tomar cursos en una universidad de Estados Unidos. De hecho mi host family me requiere en Julio. Viviría en Washington, cerca de Georgestown. No sé qué hacer, me mueve mucho todo lo que mi familia me dice, tengo opiniones encontradas.
Un día leí algo que escribiste…Un hombre de verdad…creo que así era el artículo. Mencionabas que lo que se espera es que estudies, termines tu carrera, te compres tu automóvil, te cases, tengas hijos. Pero mi sueño no es casarme. Quiero un automóvil, pero es algo material, nada imposible conseguirlo. Pero la experiencia, la vida en otro país, me come la duda, me dan ganas de tomar el reto, pero no sé si sea la mejor manera.
A veces creo que hay un poco de razón en lo que me dicen mis papás de que es un poco humillante irme de niñera cuando aquí podría trabajar de lo que estudié, que si quería ser niñera pues que mejor no hubiera estudiado. Es extraño porque ya tengo dos años de egresada y detendría por un año mi avance profesional.
Definitivamente tengo que buscar las oportunidades por lo cual considero buena opción irme a Estados Unidos, practicar inglés, traer una mentalidad diferente y sentirme segura de lo que quiero. Pero también sé que hay personas que no han necesitado irse a Estados Unidos de niñeras para conseguir “el trabajo de sus sueños” a su regreso a México.
No sé si sea la edad, la etapa en la que estoy, pero TENGO MIEDO, no sé si en verdad me estoy equivocando, desviando del camino o simplemente soy un ser humano más que está buscando el medio, no importa cómo sino el porqué.
Y básicamente es eso… no sé qué hacer
Siempre he considerado que eres una persona inteligente y digna de admirar. Eres joven y se nota que muy obstinado. Has convivido con muchas personas diferentes por tu trabajo y por ello creo que tú podrías darme una excelente opinión.
– Regina
Esa misma noche respondí.
Hola Regina,
Siempre fui una alumna destacada pero nunca supe exactamente lo que quería estudiar. Lo que sí sabía es que soñaba con hablar inglés.
Uno es lo que sueña. En lo que piensa todo el tiempo. Lo demás es negación. Y miedo.
Consideré estudiar leyes, idiomas o algo administrativo. Escogí lo fácil, porque aunque no sea tan bien pagado, trabajo de contador o auxiliar administrativo siempre hay. También comencé a estudiar inglés y me gustó.
Esta es tu segunda referencia al idioma. Todo lo demás es negación. “Trabajo siempre hay”. ¿Qué significa eso? No me gusta. Suena dogmático pensar que por estudiar contaduría o administración uno ya tiene la vida asegurada. No es así. Además, tener la vida asegurada es lo más aburrido del mundo.
Ya estando en la universidad, surgió mi deseo por trabajar en una empresa trasnacional y tener la oportunidad de viajar por negocios. Confío en mi capacidad para poder lograr esos objetivos. El trabajo en el que actualmente estoy es “estable” pero no es lo que amo. Definitivamente no lo es.
La estabilidad tal vez – y digo “tal vez” porque aún no lo creo – es algo bueno a los cuarentas, cincuentas, cuando las rodillas ya no dan para mucho, cuando el espíritu ha sido machacado. Pasar los veintes y los treintas preocupados por el AFORE y el IMSS es un crimen.
No he buscado la oportunidad en otro trabajo, tal vez por miedo, inseguridad y porque sé que necesito más herramientas. En mi trabajo contratan jóvenes que hablen inglés, que hayan estudiado mínimo en el Cetys, algunos con maestría y bueno, ha habido uno que otro del Tec de Monterrey. Ni los ponen a prueba. En automático los capacitan para funciones de mayor jerarquía, como ejecutivos comerciales donde visitan clientes y viajan, algo que a mí me gustaría. Pensando mucho las cosas, leyendo sobre las empresas, veo que cada vez necesitas más herramientas, como una maestría e inglés.
He tenido la oportunidad desde hace muchos años de convivir con universitarios de escuelas públicas y privadas de todo el país. La única diferencia directa que he encontrado entre egresados de una u otra modalidad es que los últimos simplemente creen que pueden hacerlo y tenerlo todo. Sus universidades les han inculcado artificialmente una actitud donde les dicen que son chingones. Y cuando alguien te repite que eres chingón todo el tiempo terminas creyéndolo. Por el contrario, si tú repites y permites que te repitan que “todavía no eres chingona porque te hacen falta más y más y más y más herramientas” lo incorporarás en tu actitud y se notará. Cuando uno cree ser sexy aunque no lo sea, la gente lo percibe así. Y al revés también. Por eso hay chicas guapas que no creen ser guapas y tipos talentosos que no creen ser talentosos: se han repetido hasta el cansancio que son otra cosa. Recomendación directa: deja de decirte que te faltan herramientas. Lo que suele hacer falta es actitud y determinación.
Busqué becas para el extranjero, pero nunca encontré una que realmente cubriera mis necesidades. Siempre es estudiar sin posibilidad de trabajar para poder pagar tus necesidades básicas.
Leo esto y entiendo “quiero quiero quiero quiero quiero quiero irme al extranjero”. Vete al extranjero.
Encontré una manera más fácil para mis posibilidades económicas. Irme de au pair a Estados Unidos. Ese es mi plan desde hace un poco más de 1 año.
“Y en serio quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero irme al extranjero como sea”. Vete al extranjero.
Mis papás están decepcionados. Ellos obviamente influyen completamente en mis decisiones, pero quiero crecer.
En este momento son tus papás a los que usas como excusa para no irte. En cinco años serán tus hijos o tu esposo. Y así. Siempre habrá alguien que encontremos a mano para decir que por él o ella o ellos no hicimos lo que teníamos que hacer. Para crecer no se pide permiso.
Y encontré esta oportunidad. Obviamente sé que no es lo mejor ya que tengo veinticuatro años, dos carreras y muchas ganas de triunfar profesionalmente.
No existe “esa oportunidad” tal cual. Tú la estás creando. Ponte en el lugar correcto con la gente correcta para que las cosas que quieres que te pasen, te pasen.
Pero quiero vivir el inglés a diario, quiero conocer otra cultura y tengo la oportunidad de tomar cursos en una universidad de Estados Unidos. De hecho mi host family me requiere en Julio. Viviría en Washington, cerca de Georgestown.
“Quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero mucho irme al extranjero y hacer algo allá”. Vete al extranjero.
No sé qué hacer, me mueve mucho todo lo que mi familia me dice, tengo opiniones encontradas. Un día leí algo que escribiste…Un hombre de verdad…creo que así era el artículo. Mencionabas que lo que se espera es que estudies, termines tu carrera, te compres tu automóvil, te cases, tengas hijos.
Familia, decepción, excusas, chantaje sentimental. Cuando uno hace las cosas que tiene que hacer todo se acomoda paulatinamente. Usar frases al estilo “me mueve mucho todo lo que mi familia me dice”, “no sé qué hacer”, “estoy confundida” es una invitación a que el drama se apropie de tu situación y no te deje actuar con claridad. Define el problema, si es que en realidad existe uno. Si el problema es que tu familia va a resentir tu partida, el enfoque que te sugiero es hablar con ellos y explicar que tienes que irte porque es lo que tu alma te dicta. Que los amas. Que escribirás y llamarás. Que regresarás. Listo. Tú haz bien tu parte y si ellos no hacen bien la suya, son personas que tienen que recorrer un camino propio. Uno no puede ni debe caminar el camino de los demás.
Pero mi sueño no es casarme. Quiero un automóvil, pero es algo material, nada imposible conseguirlo.
Tú dices eso y yo leo “¿Qué otras cosas puedo encontrar para atarme aquí y no irme?” Compra un auto. Una casa. Cásate. Tal sería la receta para la inmovilidad en este momento. Chuck Palahniuk dice que las cosas que poseemos, terminan poseyéndonos. Es cierto.
Pero la experiencia, la vida en otro país, me come la duda, me dan ganas de tomar el reto, pero no sé si sea la mejor manera.
“Quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero quiero irme a otro país…pero tengo un poco de miedo”. Es como la primera noche en la cama con alguien. Es como el primer beso. La primera lección de manejo. La primera vez que preparas algo en el horno. Da miedo, pero entre más lo hagas, más fácil será.
A veces creo que hay un poco de razón en lo que me dicen mis papás de que es un poco humillante irme de niñera cuando aquí podría trabajar de lo que estudié, que si quería ser niñera pues que mejor no hubiera estudiado.
Hugh MacLeod dice que la mejor forma de obtener aprobación es no necesitándola. Y que esto es igualmente cierto en el arte y los negocios. Y en el amor. Y en el sexo. Y justo en todo lo demás que valga la pena tener. A los padres hay que amarlos y respetarlos pero también educarlos. Durante veinte años han vivido para decirte cómo hacer las cosas. Es un hábito que no se elimina de un día para otro. Entre más los consultes, más seguirán ellos hablando con la pequeña Regina de diez años. No con la profesional que se quiere ir a otro lado. Eso de humillarse es una tontería. Cuenta la leyenda que Jesús dijo que el servir a otros no es faena de seres inferiores.
Es extraño porque ya tengo dos años de egresada y detendría por un año mi avance profesional.
Supongamos que vas a vivir setenta años. Y que estudiaste unos buenos siete años las dos carreras y que tienes veinticinco años ahora. Es decir, que te quedan cuarenta y cinco años de vida. Y como ya estudiaste esos siete años ahora por fuerza debes dedicarte única y exclusivamente a hacer eso, aunque tu corazón te diga que lo tuyo es ser bailarina de flamenco, niñera en Washington, escritora en Budapest, fotógrafa en Argentina. Visto en el largo plazo, es una ridiculez enorme el valor que damos a los pocos años de universidad para que influyan en el resto de nuestras vidas. Como si ahí realmente se decidiera todo. No se decide nada. Es una mentira bien vendida.
Definitivamente tengo que buscar las oportunidades por lo cual considero buena opción irme a Estados Unidos, practicar inglés, traer una mentalidad diferente y sentirme segura de lo que quiero.
En “Wear Sunscreen”, el narrador dice que las personas más interesantes que conoce no sabían que querían hacer con sus vidas a los veintidós. Y que algunas de las más interesantes personas de cuarenta que conoce aún no lo saben. No te preocupes. No hay un límite para saber lo que uno quiere ser. Eso es otra invención.
Pero también sé que hay personas que no han necesitado irse a Estados Unidos de niñeras para conseguir “el trabajo de sus sueños” a su regreso a México.
No compares vidas. Desconoces lo que esas personas han vivido. Lo único que conoces a fondo es tu historia y lo único que puedes relativamente controlar son tus decisiones.
No sé si sea la edad, la etapa en la que estoy, pero TENGO MIEDO, no sé si en verdad me estoy equivocando, desviando del camino o simplemente soy un ser humano más que está buscando el medio, no importa cómo sino el porqué. Y básicamente es eso… no sé qué hacer.
Una invitación: no hables en términos dramáticos o serás una persona dramática. El miedo siempre existe en todos. Cómo lo usan los que triunfan y los que fracasan es la diferencia. El miedo es un motor.
Siempre he considerado que eres una persona inteligente y digna de admirar. Eres joven y se nota que muy obstinado. Has convivido con muchas personas diferentes por tu trabajo y por ello creo que tú podrías darme una excelente opinión.
Vengo de una historia con muchos retos, pero siempre he creído que soy capaz de muchas cosas. No tuve las mejores calificaciones de mi clase, ni fui el primero en graduarme. No me interesan cosas que a muchos otros sí. Cuando eres original, la gente lo nota. Cuando eres honesto, también. Tengo miedos, claro, pero no dejo que sean cosas difusas. Los enfoco claramente y los defino para poder abordarlos. Me despido con una gran cita de Robert Heinlein: “En la ausencia de metas claramente definidas, nos volvemos extrañamente leales a las minucias diarias hasta que finalmente quedamos esclavizados por ellas.”
Poco tiempo después, Regina agradeció mi respuesta.
Mil gracias por tomarte el tiempo.
Y me despedí.
Gracias a ti. Por preguntar. A los que intentamos hacer cosas diferentes nos encanta compartir nuestras opiniones e ideas con aquellos que quieren iniciar.
Y vete. Que toda tu alma te lo está pidiendo.
Hoy – cuatro meses después – Regina vive en Washington. Pronto estudiará en Georgetown University.
Es muy feliz.
¿Y tu?
Ausente.
Es difícil asimilar que te fuiste, veo tus fotos y siento que aun estas aquí.
De repente despierto y aun no lo creo, quisiera que fuera un sueño pero no, es real y resulta que ya no estás.
Y todos los días intento salir adelante sin tus abrazos, sin tus ojos que iluminaban los caminos. Intento que todo mi ser trate de comprender tan solo un poco de todos mis por qué’s. Tengo que aprender a vivir con una eterna astilla en el corazón, habituarme al dolor, ser feliz con tu ausencia.
Y aunque se que existes, te extraño hasta desgarrarse cada célula de mi ser.
A veces es más difícil que otras, no por eso no te recuerdo todos y cada uno de mis días. El hecho de que los demás me vean mejor, no significa que ya lo superé, solo aprendo a vivir sin ti.
Pero te suelto, este es el proceso de mi alma, mi carne tiene que aprender del desapego a puntapiés.
Sigue en paz, mi cielo, que ya nos volveremos a ver y haremos vibrar el cielo otra vez.
La magia si existe.
La magia no existe, pero sí existe. Existe cuando trabajas para lograrla. No existe cuando la niegas, cuando la esperas fácilmente.
Al escribir estas líneas estoy sentado tomando un buen café, me relaja perderme entre las conversaciones de negocios, de amor y amistad que se encuentra uno por aquí.
Falta poco para estrenar otro año.
Y he decidido pasar más tiempo en este café que siempre me ha regalado paz e inspiración.
Aquí estoy, tranquilo, reflexionando sobre estos años de mi vida. No, no sé cuándo moriré, no sé cuándo me toca pasar a ese estado de conciencia superior donde todo es claro y lógico. Intentar predecir el momento de la muerte es un ejercicio fútil. Uno arbitrario en el cual sólo cabe ser igual de arbitrario en la predicción.
Puede que este a la mitad de mi vida. Si es así o no, de mi error de cálculo, sólo lo sabré cuando ya no importe saber.
No es mi intención sonar melodramático.
Considera simplemente que estoy pensando en letras altas y que tu mente está junto a la mía. ¿Te da miedo? Eso ocurre. Cuando las mentes se tocan, ese roce, esa chispa entre ellas, es una fricción inicial que luego olvidarás con la seducción inherente al intercambio de ideas.
Pasarán muchos años para regresar a estas líneas. El motivo de esta reflexión es hacer una pausa corta y combinarla con un análisis muy profundo y personal, tal como lo hice hace un año. Es todo. La vida que quiero no se va a lograr con reflexiones constantes. Se va a lograr con las acciones que tengo en mente. Y entre pensar mucho y hacer mucho, voto por moverme, por hacer. Pensar está bien. No tengo nada en contra de ello. Pero sé que hacer es mejor.
Quisiera poder decirte con precisión lo que circulaba por mi mente hace algunos años. No lo sé exactamente. Mucho drama romántico tonto, seguramente. Era una persona muy dramática en ese sentido. Con ese tonto placer invertido llamado enojo que nos regala un rush en las tripas que sólo cuando dominamos, nos permite aspirar a ser nuestra mejor versión personal.
Seguramente también era más idealista. Y no es que no crea en la posibilidad de la paz mundial o la hermandad entre todos los hombres o la justicia infinita aquí en la Tierra. Creo que son buenos ideales, pero creo ahora que tenemos un trabajo muy personal, muy individual, del que usualmente solemos huir con la cobija de querer ayudar al mundo. No es ignorar los problemas de todos. Es resolver primero los nuestros porque así llegamos con la mejor fuerza que podemos aportar a cualquier problema: nuestro enfoque y compromiso total.
Este año aprendí a reconocer el miedo en los ojos de los hombres.
Y no he temido al verle. Eso si, me he sentido triste.
Triste por saber que ese miedo es tan fácil de sacudir. Es un miedo obvio en su disolución.
El miedo que he visto en los ojos de la mayoría de la gente tiene que ver con dinero, con seguridad, con reputación.
He visto el miedo disfrazado en tarjetas de crédito, automóviles y celulares que jamas terminaran de pagar.
Y, es que el dinero es un invento.
Es una idea. El dinero es muy honesto. No se esconde. Todos sabemos donde está. En un buen trabajo. En el banco. En un préstamo. En la herencia afortunada. En la venta de un inmueble. El dinero está ahí para servirnos y terminamos sirviéndole a él de una manera robótica. Lo cuidamos. Lo ahorramos. Lo procuramos en lugar de entender una simple verdad que me ha tomado más de dos décadas descubrir: con el dinero hay que hacer cosas. Entre más cosas hagamos con él, más fluirá hacia nosotros, porque le estamos dando la circulación adecuada, lo estamos poniendo en la parte del mecanismo donde embona perfectamente. El dinero es como ese aceite que parece nada en un sistema complejo pero que en realidad permite que ciertas cosas funcionen como tienen que funcionar.
Analizo y hablo mucho del dinero porque al igual que una gran mayoría de la población en México, crecí en una clase media – baja. Y cuando dejé de darme latigazos emocionales por mis condiciones iniciales y me puse a luchas contra mis desventajas geográfico -sociales, esa magia que te digo que no existe pero que sí existe, emergió en mi vida.
No soy millonario en dinero. Soy rico en la manera en que veo las cosas materiales, en las personas que me han ido agregando a sus vidas y en las experiencias que he procurado. Haz siempre que la riqueza de otros tipos te persigan insistentemente, no al revés. Terminarías frustrandote.
El miedo en los ojos de los hombres también tiene que ver con la seguridad, el concepto más falso que la humanidad haya desarrollado alguna vez.
¿Seguridad de qué? ¿Seguridad para qué? ¿Venimos a esta fiesta cósmica con un alma poderosa con la finalidad de estar “seguros”? ¿En serio crees eso? Te lo digo, querido amigo: venimos a hacer cosas. A explotar las habilidades que nuestro travieso espíritu quiere aportar al mundo. Lo subyugamos. Lo matamos con nuestra ciega adhesión al concepto de no arriesgar, de “estar seguros”.
No vivas seguro. Vive pleno.
He aprendido eso. Y puedo contar con que estoy del lado que más me conviene porque las personas en cuyos ojos he visto el miedo levantan sus espadas de la crítica despiadada en contra de lo que busco enarbolar.
El miedo de los hombres con respecto a su reputación es la máxima expresión de la muerte de un espíritu valiente. La moneda universal para lograr lo que los grandes logran jamás ha tenido como componente la reputación. Al contrario, la pérdida de la misma en el instante de su mejor creación ha sido requisito indispensable para la trascendencia.
La obsesión por el dinero, por la seguridad y la reputación son los tres grandes corrosivos de tu pilar trascendental.
Puede que no lo creas, pero a mi edad, he cometido prácticamente la mayoría de los pecados capitales. He tenido tiempo también de promover en mi persona muchos de los diez mandamientos. El tiempo no es un conjunto de días, el tiempo es lo que hagas en ellos. Por eso hay momentos que parecen no acabar nunca, porque no estamos haciendo nada verdadero para acabarlos. Por eso hay momentos que terminan rápido, porque los vivimos de la manera más plena.
He aprendido a combatir el ruido del mundo. El ruido del mundo es esa energía mental negativa que inyecta importancia artificial a todo lo que nos distrae de la trascendencia.
He aprendido que lo más fácil es quejarme, aceptar responsabilidad implica proponer una solución. Una solución implica actuar, moverse, y entonces entra el miedo, miedo porque es ahí cuando fracasamos y hacemos el ridículo, es donde te caes y les darás temporalmente la razón a tus críticos. Por eso, es mejor decir:
“La cosa esta dura”
“Pinche jefe, pinche empresa”
“Maldito presidente”
Lo sabes, es más fácil.
He aprendido a escoger a quien le presto a mi oído, a tolerar el “que mamón es Emmanuel” a cambio de mi paz emocional al no escuchar banalidades y entretenimiento fácil, chismes. A escoger a quien le doy mi tiempo. A no permitir que alguien que solo sabe mi nombre y nada más, me juzgue.
He aprendido a admirar, a tener humildad intelectual y aceptar fracasos como eslabones de crecimiento, en lo laboral, así fue este año.
He aprendido a observar de otra manera la vida, a visualizar mi realidad como una mesa permanente de negociación – “reality is negotiable” dice Tim Ferris – en donde todo puede ser como yo lo desee si le inyecto la intención, el enfoque y los recursos adecuados.
He aprendido a copiar descaradamente y a seguir dócilmente los pasos de aquellos que ya han logrado lo que para mí aún son bosquejos de vida. Autores, conocidos, amigos. Mis modelos integrales de hombres de negocios.
He aprendido a ser paciente. A ver el lado bueno de las cosas, aun cuando me este hundiendo en lo contrario. He aprendido a decir lo que siento, sin pena y con el máximo grado de honestidad. A nunca ver por debajo de mi a quienes no tuvieron – o no supieron- conseguir las mismas oportunidades que yo.
Nuevamente: no es magia, porque la magia no existe, pero sí existe.
He aprendido a matar más fácilmente en cada ocasión a las versiones obsoletas, negativas y de bajo desempeño dentro de mí. Descubrí que no por haber tenido un conjunto de hábitos, creencias y maneras tenía que mantenerlas el resto de mi vida. Justo como el sistema operativo de las computadoras evoluciona, mi sistema operativo personal recibe actualizaciones de mi alma cada vez que es necesario.
Aprendí que la gente con la que creciste, es la que menos te ve crecer. Y que esto ocurre porque así debe de ser. Las personas que más han vivido nuestro desarrollo físico son las menos aptas para ver nuestro desarrollo intelectual. Abrazan a la versión de quince años con la que hicieron clic cuando hoy – varios años después – esa persona ya no piensa igual. Y cuando son expuestas a la realidad – que ha habido una evolución personal avanzada – enfocar ambas versiones – la persona que conocieron contra la persona que ahora hay y que ambas habitan el mismo cuerpo – resulta en un colapso emocional. Y ante los colapsos emocionales, nos asimos a lo familiar.
Ante esta curiosidad de la vida, resulta que intelectual y emocionalmente suelo tener más cercanía con los extraños que me leen constantemente porque son quienes pueden acceder y aceptar sin problemas mi versión actual.
Ya fui emprendedor.
Ya fui jefe.
Ya fui enemigo.
Ya fui amigo.
Ya fui agricultor.
Ya fui escritor.
Hoy soy varias cosas que hace diez años no era.
Este soy yo hablando conmigo mismo dentro de diez años.
En 10 años pasarán varias cosas. Estaré en Nueva York o en Moscú o en Tokio o en Londres o en Boca del Río. Seré cosas que hoy no soy. Y leeré de nuevo estas líneas. Y le preguntaré a ese adulto frente a la pantalla
¿Seguimos trabajando en mover el mundo hacia adelante?
¿Seguimos ocupados en promover la trascendencia?
¿Seguimos enfocados en las cosas que importan?
¿Seguimos en el camino de las cosas elevadas o nos hemos perdido en la banalidad?
¿Qué cosas has hecho conmigo, querido Emmanuel?
Tienes un trabajo y espero que lo cumplas, yo, estoy haciendo mi parte.
Haz lo que sabes que tienes que hacer.
Siempre.
Creer.
Hay que entregarse por completo, inclusive para ser defraudado. Hay que correr el riesgo de cerrar los ojos y poner en otros la apuesta. Es más emocionante y más limpio.
De pequeños, creemos en todo y en todos, y luego crecemos y nos atacan miedos e inseguridades. Por eso me refresca y me emociona conocer a gente que cree y me alejo de los incrédulos.
Porque los primeros le devuelven a uno el sentimiento de ser niño. Y los segundos me recuerdan la peor parte de ser adulto. Yo prefiero que me tachen de inocente. Es más, me enorgullece que lo hagan. Yo les voy a poner de frente el corazón y la mente abiertamente. Yo los voy a querer. Yo voy a correr el riesgo de desilusionarme.
Porque creer totalmente me deja sintiendo más completo y renovado que andar a medias, comprando un seguro de vida emocional por medio de críticas y cinismos.
Qué fácil es andar por la vida sin apostarle a nada. Qué fácil es no comprometerse.
Los miedosos evitan así que les rompan el corazón. Por eso es más difícil creer. Porque uno se expone a perderlo todo. Eso sí, déjenme ser de vez en cuando visceral para sacar el coraje. Permítanme por favor un insulto momentáneo.
Luego encontraré mi norte.
Y las cosas se irán acomodando.